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El debate sobre la inmigración se pasea por Europa con brotes explícitos de desprecio hacia los extranjeros. Francia está expulsando gitanos de Rumania y Bulgaria y se discute una ley sobre la identidad francesa mientras que en Italia hace ya unos meses que está en vigor una ley que permite expulsar a los ilegales.
La discusión ha creado una gran controversia en Alemania tras la publicación de un libro cuyo autor es miembro del Consejo del Bundesbank y ex ministro socialdemócrata de la ciudad de Berlín. Thilo Sarrazin va a ser expulsado del órgano de gobierno del Bundesbank y el Partido Socialdemócrata (SPD) intentará nuevamente echarlo después de un intento frustrado a comienzos de este año.
Un debate sobre inmigración en Alemania es particularmente delicado porque aparecen los fantasmas de los nazis con la persecución y exterminio de judíos, gitanos y otras minorías. Sarrazin ha escrito "Deutschland schafft sich ab", (Alemania se desintegra), en el que dibuja un panorama apocalíptico y pronostica una islamización de Alemania en el transcurso de las próximas décadas.
Antes y después de publicarse el libro, Thilo Sarrazin ha hecho declaraciones que han añadido más leña al fuego al debate sobre la inmigración. El argumento de fondo es que la población autóctona alemana vive un declive demográfico terminal. Los inmigrantes, especialmente los de procedencia musulmana, crecen más y a su vez se resisten a integrarse en la sociedad alemana. Que estos argumentos sean aireados por un miembro del Consejo del Bundesbank, afiliado y ex alto cargo del al SPD, añaden inquietud y desconcierto.
Sarrazin ha declarado en una entrevista que "todos los judíos comparten un cierto gen". La integración de extranjeros en Alemania es compleja. En los años sesenta, millones de europeos del sur, de Turquía y de otras partes acudieron a Alemania para trabajar. Eran considerados gastarbeiter, trabajadores invitados, con el bien entendido de que después de un periodo laboral en Alemania regresarían a sus países. Podían permanecer en el país pero no tenían acceso a la ciudadanía.
La nacionalidad alemana se basaba exclusivamente en el "ius sanguini" y no en el "ius soli". Sólo eran alemanes los que acreditaban la "germanidad" y no aquellos que nacían en el país. La ley de 1999 corrigió sensiblemente este criterio y ahora pueden ser alemanes los hijos de inmigrantes que lo deseen cuando alcancen los 23 años. Es el único país de Europa en el que el hecho de haber nacido en el país no comporta automáticamente la adquisición de la nacionalidad. Irónicamente, y en circunstancias distintas, es lo mismo que ocurre en Israel.
Lo que se vive en Alemania es una corriente de fondo que late en buena parte de Europa que había superado muy generosamente el concepto de ciudadanía al construir la Unión Europea, el espacio Shengen y el libre paso de personas que han borrado sus fronteras para la circulación de los ciudadanos.
El debate se ha recrudecido en buena parte de Europa en unos momentos en los que el flujo de la inmigración ha descendido en los últimos dos años. Razones culturales, económicas y sociales concurren en el debate que está poniendo en dificultades al 15 por ciento de inmigrantes que viven en Alemania. Una cifra muy parecida es la que se registra en Francia y también en España.
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El conflicto va a radicalizarse por cuestiones demográficas, culturales, sociales y religiosas. La identidad nacional no es una foto fija de otros tiempos sino un proceso de identificación contradictoria que acaba definiendo la geometría variable de la pertenencia nacional y ciudadana. La crisis económica puede haber contribuido a crear fricciones identitarias e ideológicas.
Pero en el fondo se atisba una pérdida del humanismo que Europa había recuperado después de las barbaridades cometidas en el siglo pasado. Hemos pasado de querer regular la inmigración a perseguirla en los discursos, en los libros, en las declaraciones y en las leyes que se perfilan.
LLUÍS FOIX, El miedo "al otro" recorre Europa, La Vanguardia, 2 de septiembre de 2010 (AQUÍ)
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viernes, 3 de septiembre de 2010
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Muy buen artículo. El lunes apareción un artículo en el Süddeutsche Zeitung en el que hablaba de porcentajes de inmigración en Alemania, y ya se calcula que asciende a un 20% de la población.
ResponderEliminarA pesar de los aires fascistas que recorren por toda Europa, hay que decir (vivo en Alemania) que tienen programas de integración mucho más certeros que los de la nación española, por ejemplo, los cursos de alemán que todos los extranjeros pueden tomar o gratis (para los que no tienen recursos) o cuasi gratis, para el resto.
La asistencia al inmigrante es más visible, mejor pensada y ejecutada, además de extensa, que lo que puede verse en España. La mayoría de los inmigrantes, con otras lenguas, que llegan a España, son atendidos por ONG que les enseñan español.
En fin, es una inversión gruesa en dinero, pero es mucho mejor para los receptores y para los que llegan de otras latitudes.
Corrijo, el 20% llega en algunas ciudades de Alemania.
ResponderEliminarSaludos