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Ya sabemos que el virus de la xenofobia ha cruzado los Pirineos. Alberto Fernández Díaz, portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Barcelona, declaraba ayer en la SER su coincidencia con Nicolás Sarkozy, presidente de la República francesa, respecto a la conveniencia de expulsar a los gitanos rumanos. Fernández Díaz pretende desmantelar los campamentos de gitanos que hay en Cataluña. También advirtió que los gitanos rumanos pueden adentrarse en Barcelona. “Cuanto antes tomemos medidas para evitar que se produzca este efecto traslado y para desalojar los campamentos que ya son irregulares en nuestra ciudad, mejor”, sostuvo el dirigente popular.
Preciso es recordar, en todo caso, que mucho antes de que Sarkozy tratara de superar su grave crisis política a costa de los inmigrantes de etnia gitana y nacionalidad rumana, el PP catalán había dado ya numerosas muestras de racismo. Uno de los principales activistas que pueden ser calificados de xenófobos es Xavier García Albiol, otro jefe de zona del Partido Popular, que en el pasado mes de abril volvió a la carga contra los gitanos rumanos.
Propaganda xenófoba
García Albiol intenta ser elegido alcalde de Badalona por el PP y aprovecha cualquier oportunidad para lanzar mensajes en los que se mezcla la delincuencia o la seguridad ciudadana con la inmigración ilegal o la de los llamados sin papeles. Por supuesto, no olvida su “no” rotundo a la construcción de una mezquita en su ciudad, la tercera de Cataluña. Salió a la calle hace unos meses, acompañado de Alicia Sánchez Camacho, la presidenta del PP en Cataluña, repartiendo propaganda con contenidos xenófobos. Sánchez Camacho miraba para otro lado y se lavó las manos. Pero no recriminó públicamente el comportamiento de tintes racistas de García Albiol.
El discurso del miedo
Formalmente, el PP es antirracista y antixenófobo. Pero en la práctica azuza con frecuencia posturas políticas -o simplemente sociales- que tienden a utilizar la inmigración como un peligro para los ciudadanos españoles. Ese discurso circula fundamentalmente por los caminos de la demagogia, pero obtiene excelentes réditos electorales. Ese discurso sí es el del miedo. Lo más fácil es convertir a los más débiles –que por lo general son los inmigrantes- en los culpables de algunos de los males que nos afligen.
También fuimos inmigrantes
Los que lo divulgan omiten que, durante muchas décadas, los españoles también fuimos inmigrantes. En el interior de España eran gentes surgidas de las regiones más pobres que se refugiaban en las regiones más ricas. De puertas afuera, el proceso era bastante similar. Salían de la España de la miseria y buscaban trabajo en otros países más desarrollados. ¡Ser pobre, ser inmigrante, no significa ser un delincuente, demagogos!
FUENTE: El Plural, 7 de septiembre de 2010 (AQUÍ)
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martes, 7 de septiembre de 2010
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