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Como Camilo, cientos.
Seres oscuros con el mismo número de huesos
y de vísceras que nuestros hombres.
Prófugos de tumbas con su nombre.
Hermanos que tiñen de sangre las piedras.
Hermanos, sí.
Hermanos negros que tiemblan si suenan las sirenas.
Y corren
Y corren
Y corren.
Hermanos con el mismo número de brazos y de piernas.
Hermanos hacinados sobre jergones arrendados por mezquinos.
Como Camilo, son cientos los vendedores ambulantes
que cambian música por menos hambre,
como Camilo, cientos de vidas destrozadas a cuchillo.
Demasiados siglos en sus veinte años.
Y Camilo también tiene madre que lo meció en noches sonámbulas.
Y Camilo también tiene novia,
Y Camilo también tiene patria...
Es fácil verlo con el saco al hombro
recorriendo las calles y los bares.
Es fácil verlo con borrachos
es fácil ver a Camilo
regresar con el mismo peso,
la misma incertidumbre.
Es fácil ver a este hermano,
es fácil verlo,
oscuro por la pena,
oscuro, si.
Negro.
Pero Camilo no se doblega.
No puede.
Hay quien lo espera.
Y cuando el dueño del colchón con una patada lo despierta,
abandona la porción de camastro que ha alquilado
y sale a recorrer las calles y los bares de nuevo.
Sale a buscar quien compre un poco de la miseria
que carga desde siempre en su costado.
Camilo forma parte del poemario Las cuarenta chimeneas del infierno
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jueves, 29 de julio de 2010
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