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...................................Se llama Musa, puro ébano, un metro noventa de ternura.
...................................Me buscaba un lugar para aparcar en la Cuesta de los Ciegos
...................................y yo no supe contener su indefensión.
Se dibujaba una marca cruel entre las cejas
y el olor de su cuerpo establecía
distancias con su cuna.
Doblé el talle para afirmarle la moneda
sobre una mano franca como un mapa de geo.
(sin fronteras, sus líneas establecían el norte,
la cordillera, los valles y el futuro que no supe leer).
Se cerró el coche
y la noche se volvió enorme en su sonrisa.
Vamos a comer algo,
No puedo.
Puedes porque eres el centro de apoyo
que hoy me negaron otros ojos.
Dos jarras, un pincho
y detrás de la ensalada su historia.
Tu historia…
cuéntamela otra vez y caminemos.
La noche es eterna en tu sonrisa
llena de un mar extraño con la muerte.
Hoy he vuelto para verle,
para volver a sus grandes manos delineadas
y soltarme el pelo en su sonrisa azul,
de niño perdido en mi mirada.
No estaba en la acera.
Un interrogante bajaba con la luz de la farola.
Le llevaron.
Hay una soledad que me persigue
y una lágrima que vive entre sus dedos.
Él no lo sabe,
pero se fue con él un resto de niñez,
un abandono, un dolor estrecho
que, imperturbable, me disminuye.
LAURA GÓMEZ RECAS escribe en el blog HORTUS LIBER (AQUÍ)
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martes, 27 de julio de 2010
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Es un texto estupendo, lleno de sensibilidad y muy bien escrito. Me encantó.
ResponderEliminarSaludos
Bellísimo, Laura.
ResponderEliminarUn abrazo,
Marta
Precioso.
ResponderEliminarCaprichosamente las lágrimas vencen....
ResponderEliminarYa no veo ná de ná, ¡¡menos mal que llegué al final del poema!!
Preciosa tu forma de expresarte, es que me encanta....
Besossss
uf, es fuerte :)
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